Voto electrónico en universidades: ¿amenaza o estímulo para el proceso democrático?Con el decidido avance de las tecnologías en las urnas a nivel internacional, queda la pregunta si este sistema podría ser implementado en las Universidades de forma segura y transparente para las votaciones estudiantiles, y si este instrumento sería aceptado por los estudiantes como mecanismo legítimo de representatividad.

Desde fines del siglo XX, hemos observado como la masificación de las tecnologías de la información han transformado el funcionamiento de nuestra sociedad, logrando no solo cambiar la forma en la que nos comunicamos y trabajamos, sino también alterar estructuras complejas de organización social, como es el caso de la penetración digital en el sistema electoral. En nuestro país, esta evolución ya se presenta como una realidad desde el pasado 16 de abril, fecha en la cual el Servicio Electoral concluyó una consulta pública con el propósito de medir la recepción de una posible implementación del voto electrónico en Chile, sistema que ha avanzado aun tímidamente en países de Latinoamérica como Venezuela y Brasil.

Ante esta realidad, resulta inevitable dar cuenta del impacto que están teniendo las nuevas tecnologías en los procesos políticos y sociales de Chile, las cuales ya han logrado infiltrarse a paso seguro dentro de múltiples universidades a lo largo del país, incluida nuestra casa de estudios. Durante las movilizaciones del 2011, a petición del Centro de Alumnos de la Escuela de Agronomía de la PUCV, la DSIC desarrollo un sistema de sufragio electrónica anónimo, seguro y auditable, que se aplicó exitosamente en varias de las votaciones ocurridas en ese período. Lo propio ocurrió en la Universidad Católica de Chile (PUC) el año 2016, donde se aplicó este sistema electrónico para la elección de representantes del Centro de Alumnos de la Facultad de Ingeniería.

Con estos antecedentes, es claro que las instituciones académicas son capaces de aplicar sistemas digitales de votos en sus facultades, pero ante los diversos cuestionamientos que nacen en torno al adentramiento tecnológico en los procesos cívicos, nace la inevitable pregunta: ¿impactaría en alguna forma la tecnología en la calidad democrática de los procesos electorales?

Entre las cualidades que destacan los adherentes de este sistema electrónico de sufragio, destacan agilización del conteo de votos y el aumento de la privacidad para los votantes con el cual, a diferencia del método de votación a mano alzada que se produce en múltiples asambleas, podrían acceder a un sistema secreto de votación. En este sentido, el voto electrónico buscaría incentivar una mayor participación para así fortalecer la representatividad de los votos estudiantiles.

Sin embargo, este sistema también cuenta con detractores que indican que la esencia del concepto de democracia no recae solamente en la acción de votar, sino también en la participación de instancias colectivas de debate y discusión que fortalecen el carácter cívico de los procesos de sufragio, por lo que la votación digital paulatinamente desincentivaría la asistencia a estas jornadas y perjudicaría el carácter democrático de las elecciones a nivel académico.

POR CULPA DE LA TECNOLOGÍA

Tomando en cuenta este último punto, aunque las preocupaciones destacadas por los opositores del voto electrónico resultan válidas, cabe preguntarse si la tecnología sería la raíz de este problema o si, por el contrario, solo evidenciaría una falencia en los espacios de reunión y deliberación dentro de las instituciones académicas que necesita ser abordada.

Según estudios realizados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, los sistemas tradicionales de congregación cívica (como las asambleas) suelen estar asociados a sensaciones de exhausto, impaciencia y frustración que, en larga medida, han afectado en la voluntad de participación en instancias de votación. Es una situación que pareciera replicarse en las universidades, donde usualmente los procesos de deliberación se llevan a cabo después de horas de debate en las que, normalmente, prevalece la confrontación por sobre el consenso.

En este escenario, es claro que la tensión social que predomina dentro de estas jornadas hace de las asambleas un espacio poco propicio para la votación y, por el contrario, se presenta como un factor que afecta el carácter cívico de estas instancias. Frente a este problema, el voto electrónico provee una separación efectiva entre las instancias de debate y votación que, por su parte, puede estimular en gran parte la reflexión y meditación personal de los votantes posterior a la deliberación colectiva.

Considerando este factor, resulta relevante destacar que, aunque la infiltración digital en las urnas no conllevaría a una mejora inmediata del proceso democrático dentro de las universidades, su implementación podría motivar una búsqueda de instancias de congregación alternativas donde predominen la integración de diversas formas de expresión y la búsqueda del consenso como elementos claves para hacer de los actos cívicos un proceso fructífero para todas sus partes.

Las opiniones vertidas en esta columna no representan necesariamente la visión de la Institución

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